jueves, 6 de octubre de 2011

Touch (I)

Como tantas otras ideas, la empresa que hoy amanece con la triste pérdida de su visionario líder surgió de un garaje californiano donde en 1976 un joven Steve Jobs fundó junto a Steve Wozniak la multimillonaria Apple.
Pasados los años, nada hacía presagiar que las diferencias entre Jobs y John Sculley -el entonces consejero delegado que en aquel momento gozó del respaldo de la junta directiva- pudiera forzar su despido de la empresa que él mismo había creado. Tratando de asumir el golpe, Jobs decidió "cambiar el peso del éxito por la tranquilidad que da saberse de nuevo un principiante menos seguro de las cosas", confesando haber entrado en "el periodo más creativo de su vida". Y así fue. Durante los siguientes cinco años conoció a la que hasta ahora fue su mujer, y creó las empresas NeXT -en la que se acabarían sentando las bases de Apple en la actualidad- y Pixar, -el estudio de animación que Disney compró por 7.500 millones-, responsable del primer largometraje animado por ordenador: "Toy Story".
Paradójicamente, doce años después Apple se hacía con NeXT y Jobs regresaba a la compañía dispuesto a hacerla renacer de sus cenizas en lo que el corresponsal de EL PAÍS en Nueva York, Sandro Pozzi, califica como "el retorno más importante en la historia corporativa de EE.UU". Según Pozzi, si a Steve Jobs se le considera uno de los grandes innovadores de la historia, "no fue porque creara nuevos productos", sino por "reinventar la tecnología de consumo durante las tres últimas décadas", "simplificar la complejidad" y "unir dicha tecnología a las tendencias". De este modo contribuyó a hacer realidad lo que Kubrick ya había esbozado en su épica "2001, Odisea en el espacio", humanizando nuestra relación con unas máquinas cuyo mecanismo invitaba a tocar en lugar de apretar.
Con esta nueva filosofía que impregna cada uno de sus productos -llegando a ser considerada por sus seguidores como una auténtica religión-, Apple tiene ante sí el difícil reto de guiar el futuro tecnológico de las generaciones futuras más allá del legado dejado por su alma mater, fallecido a los 56 años a causa de un cáncer de páncreas que le había sido detectado en 2004.
Un año después de recibir la noticia, Jobs ofreció un emotivo discurso dirigido a los alumnos de la Universidad de Standford. Articulado en tres historias sobre su vida, dedicó el último de ellos a la muerte y, aprovechando la ocasión para hacer pública su enfermedad, clamó con valentía: "Recordar que voy a morir pronto es la herramienta más importante de mi vida, ya que prácticamente todo: las expectativas de los demás, el orgullo, el miedo al ridículo o al fracaso, se desvanecen frente a la muerte, dejando sólo lo que es verdaderamente importante. Recordar que vas a morir es la mejor forma que conozco de evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay ninguna razón para no seguir a tu corazón".



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