viernes, 7 de diciembre de 2012

Kate (II)

Ya sea dentro o fuera de la pasarela, Kate Moss lleva más de dos décadas desfilando ante los ojos de una generación que creció reflejándose en la camaleónica imagen proyectada por esta eterna girl-next-door británica descubierta por la fundadora de la agencia Storm, Sarah Doukas. 
Fruto de todo ello, Rizzoli acaba de publicar "Kate: The Kate Moss Book", un libro que, según la supermodelo, "es un diario en imágenes que comenzó a los catorce años". Y es que, tal y como atestigua una de las ocho fotografías de portada disponibles -nueve si contamos la exclusiva de Steven Klein para la Bookmarc de Marc Jacobs-, sus comienzos se remontan a julio de 1990, el mes en que, a las estrictas órdenes de Corinne Day -la famosa promotora del denominado "heroin chic"-, una jovencísima Kate Moss encandilaría para siempre al mundo con su inusual y exótica frescura, protagonizando la icónica portada de esa suerte de biblia contracultural llamada The Face en pleno boom del grunge, la estética que marcaría tendencia durante los inicios de la nueva década. 
Poco después y, tras haber superado un único casting, Moss ya firmaba un contrato de ocho años con Calvin Klein, cuyas agresivas campañas publicitarias revolucionarían el mercado de la ropa interior de los noventa. 
A pesar de que la oferta -previamente rechazada por otras celebrities como Vanessa Paradis- le permitiría abandonar al fin el suburbio londinense de Croydon en el que se crió, Moss declaró recientemente en un extenso reportaje de la Vanity Fair estadounidense la incomodidad que sintió en aquella época al trabajar junto a Mark Wahlberg hasta el punto de lamentar haber hecho aquellas famosas fotografías que le hicieron reconocible a lo largo y ancho del planeta. Aún así, a día de hoy su magnetismo sigue siendo irreprochable gracias a esa capacidad innata de la modelo británica para adaptarse a cualquiera de los registros que una marca requiera, ya sea colaborando durante unas temporadas con Topshop o convirtiéndose en un holograma para uno de los inolvidables desfiles de Alexander McQueen. Y es que, como apunta Marc Quinn -que en 2009 presentó una escultura a tamaño real de la modelo esculpida en oro-, "cuando crees que has conseguido la instantánea definitiva, te das cuenta de que nunca la tendrás"
Tal vez por ello, a fotógrafos de la talla de Nick Knight, Juergen Teller o Mario Testino -que ya le había dedicado un libro monográfico- se les han ido uniendo otros artistas dispuestos a engrandecer aún más el mito como Damien Hirst o Lucian Freud, quien unos años antes de morir retrató a Moss en pleno estado de gestación, llegando incluso a tatuarla. Con semejante trayectoria a sus espaldas y la consecuente exposición mediática que ésta genera a cada paso que da, cualquiera podría caer en el error de pensar que, a estas alturas, ya está todo escrito sobre Kate Moss. 
Nada más lejos de la realidad, ya que, por encima de todas, quizás su decisión más sabia ha consistido siempre en no permitir que la gente sepa lo que es cierto y lo que no, de modo que, mientras el misterio siga sin desvelarse, Kate Moss seguirá siendo inmortal.




No hay comentarios:

Publicar un comentario