lunes, 3 de junio de 2013

Haring (II)

Tres años después de haber acogido la fantástica retrospectiva de Jean Michel Basquiat, el parisino Musée d'Art Moderne (MaM) hace lo propio con otro de los grandes iconos generacionales de los ochenta: Keith Haring. Cumpliendo al pie de la letra con lo que reza el título de la exposición comisariada por Odile Burluraux, las 250 obras que conforman "The Political Line" tienen como objetivo involucrar de lleno al espectador con la faceta más política y militante del artista de Pennsylvania.
De hecho, basta con realizar un breve recorrido por su trayectoria para cerciorarse de su claro activismo en favor de causas tan diversas como la lucha contra el racismo y el Apartheid en África, la concienciación de los peligros que conlleva contraer el VIH y la necesidad de practicar sexo seguro, o el rechazo a la alienación que, a su juicio, provoca la religión y los medios de comunicación de masas, cuyo control atenta contra la libertad de pensamiento del individuo. Considerando Nueva York "la capital artística mundial" del momento, Keith Haring debutó en la ciudad que nunca duerme con sus famosos "subway drawings" aprovechando que, por entonces, siempre que quedaba algún espacio publicitario vacante en las marquesinas del metro, éstas se dejaban durante unos días recubiertas con papel de color negro. O lo que es lo mismo: convertidas en un improvisado lienzo sobre el que poder dibujar con una simple cera blanca. Con un trazo lo suficientemente ágil como para plasmar su mensaje en unos segundos sin acabar siendo detenido por la policía, las miles de personas que a diario cogían el metro se convirtieron durante meses en el primer público de Haring. Un público que, en poco tiempo, fue aumentando proporcionalmente a su fama, permitiéndole pasar de dibujar en el metro a volar en Concorde por el mundo entero. 
Consciente en todo momento de que sus días "estaban contados" -el virus del SIDA acabaría con su vida a los 31 años-, Keith Haring se propuso desde el principio tratar de dibujar "para el mayor número de público posible durante el mayor tiempo posible". Una hazaña lograda en apenas una década de inagotable trabajo en la que sus jeroglíficas formas recubrieron muros de hospitales infantiles, templos de la noche neoyorquina tan emblemáticos como el Paradis Garage, o directamente el cuerpo de iconos como Grace Jones en calidad de musa y obra de arte en sí misma. 
En cualquier caso, fuera cual fuera la superficie sobre la que dibujara, Haring siempre consideraba más importante la interacción entre el público que contemplaba su obra que la propia obra per se. Una sensación que describía como "ese momento en el que la pintura deja de estar en mis manos para formar parte de la libre interpretación del espectador"
Influenciado por artistas y escritores como William Burroughs -cuyos cut-ups inspiraron muchos de sus collages-, Brion Gysin -un outsider considerado el abuelo del graffiti que le ayudó a entender su trabajo aportándole un precedente histórico-, Matisse -cómo lidiar con la relación entre dibujo y color-, George Condo -"mi pintor favorito junto a Basquiat""tan inspirador hace que tengas ganas de irte inmediatamente a casa y ponerte a trabajar", o Andy Warhol -"su vida y obra hicieron la mía posible"-, otra de las obsesiones que persiguió a Haring era lograr que su arte fuera universal y comprensible para todo el mundo, firmando a menudo sus obras con la imagen del famoso niño radiante"el más claro símbolo de la pureza" que se va desvaneciendo a medida que nos vamos haciendo adultos -una idea retomada a su manera por artistas más recientes como Woodkid-. 
En este sentido, el CentQuatre complementa la retrospectiva del MaM con la instalación de una Pop Shop -originalmente ideada en 1986 con el fin de comercializar a un precio asequible todo tipo de merchandising para aquellos que no pudieran permitirse adquirir las obras expuestas en una galería- y el resto de trabajos de mayor envergadura como la descomunal "The Marriage of Heaven and Hell" (7m x 11m) o "The Ten Commandments", expuestos en una sala tan espectacular que resulta imposible no recordar una vez más lo mucho que Keith Haring merecía el reconocimiento que al fin parece estar teniendo 23 años después de su muerte.




No hay comentarios:

Publicar un comentario